¿Qué sueños pesan más?
- Dal
- 16 ene 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 ene 2019
Llega un momento en nuestra vida en el que postergar los sueños propios, simplemente, deja de ser una opción. Ésa fue mi reflexión cuando salí a correr en una tarde de invierno, nublada y fría. Las hojas de los árboles, marchitas sobre la carretera, me recordaban cada sueño o aspiración que, en los últimos 10 años, había conservado pero, con cierta resignación, había postergado. ¿Por qué dejamos de soñar algunas cosas al punto de que se marchitan o perecen?

La respuesta que escuché en mi conciencia fue: “Es parte del destino”. Hasta ese momento, había sido rutinario tocar esa triste canción con cierto aire de resignación. Era habitual en mí disimular. Casi de manera natural me daba por esconder mi descontento ante los sueños rotos, incumplidos. Por años sentí una especie de inconformidad, que mantenía soterrada y relegada al olvido. Como si enterrándola en mi inconsciente estuviera destinada a la muerte. Había sido más sencillo conformarme con morir lentamente.
En ese momento reconocí la paradoja en la cual había vivido sumergida: había preferido morir pensando que vivía a reconocer que estaba muerta y entonces optar por la vida. Vi entonces pasar vida-muerte-vida ante mis ojos. Por un instante sentí, como agua cristalina, esa luz, esa chispa de energía, que de manera vívida todos hemos llegado a sentir al comienzo de las grandes hazañas de nuestra vida.
Se trata de una energía con muchas caras y sensaciones, acompañante de esos momentos o sueños icónicos, que a veces nos toca hacerlos realidad. Había sido una energía iniciadora, electrizante la que nos llegó a acompañar en el arranque de nuestra carrera profesional. Había sido una energía renovadora, abundante la que permeó el atardecer del día de nuestra boda. Había sido una energía revitalizante, amorosa la que nos llenó el día que recibimos a un hijo, como bendición en nuestra vida.
Los sueños que dan vida son dignos de realizarse precisamente porque nos dan vida. Y, sin embargo, los sueños que más nos pesan son los que dejamos o soltamos porque nuestra insatisfacción se convierte inevitablemente en una carga. Mi padre le llama lozas en la espalda. Mis sueños incumplidos que, al imaginarlos por primera vez estaban llenos de vida, ahora eran un peso muerto.
Antes de llegar al fin de mi vida y voltear atrás con resentimiento o culpa, me sinceré y me confesé. Poniendo una mano en el corazón, me dispuse a dignificar mis sueños y anhelos, que no habían sido cumplidos sino postergados. Me resolví a apropiarme de lo que me correspondía y, sin vergüenza ni gloria, me puse de pie, con la frente en alto, porque la vida es ahora y no pensaba perder más el tiempo. Regresé a ese momento en el que había optado por no hacer nada y decidí. Elegí en favor de mí porque nadie más lo habría hecho por mí.
¿Cuántos sueños has dejado de elegir? ¿Cuántas lozas en la espalda te pesan sin quererlo reconocer? Solo tú sabes el peso de tus pasiones y sueños incumplidos. Es únicamente frente a ti que te encuentras hoy para optar por seguir de frente como si nada o más bien detenerte y hacer aquello para lo que hoy sí tienes los tamaños para hacer.
Si ese momento ha llegado para ti, este artículo puede ser el comienzo o continuidad de una serendipia, que tiene como destino despertar en ti los sueños que por mucho han permanecido dormidos. Ayudarte a hacerlos vida es nuestra misión y servicio. El camino para recoger tus sueños rotos no es un camino que necesitas transitar solo. Compañeros poderosos están a tu lado: tu instinto, tu pasión y tu deseo. Permítenos ser la luz de minero que te facilite identificar esos tesoros, que serán tu mejor guía hacia lo que más te da vida hoy.
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